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Ecuanimidad

ECUANIMIDAD: Igualdad y constancia de ánimo derivada dela imparcialidad de juicio.

DEFECTO POR AUSENCIA: REACTIVIDAD

DEFECTO POR EXCESO: REPRESIÓN EMOCIONAL

 

La ecuanimidad es, quizás, una de las más importantes virtudes que podemos adquirir en la vida; nos garantiza una paz perdurable a punta de evitar caer en juicio sobre los eventos y circunstancias de vida en las que tomamos parte.

Su mensaje de paz llega gracias a la capacidad de hacer una pausa antes de cada reacción, para percibir e investigar, antes de asumir conclusiones no verificadas o posturas rígidas ante los eventos y circunstancias de nuestra vida y con ello, cualquier reacción emocional es suspendida.

Al practicar una actitud de percepción y exploración del tema, damos paso a la lógica y el razonamiento, dando como consecuencia la capacidad de elección sobre la manera más conveniente de actuar, en lugar de una actitud de juicio y condena,  que nos hace sólo reaccionar a las cosas a partir de las emociones que experimentamos ante ellas, debido a los juicios instantáneos que hacemos sobre las situaciones.

Entender que “toda emoción es un reflejo de un pensamiento” nos dará la pauta para entender que si hemos de llegar a desarrollar esta cualidad se requiere estar en posibilidad de dominar la forma en que usamos nuestra mente. Las personas que han llegado a conquistar esta virtud, generalmente, lo han hecho por fases, pues se requiere de desarrollar inteligencia emocional, la capacidad de observación de sí mismos, fuerza y autocontrol para lograrlo.

Durante la primera fase se aprende a ser capaces de procesar las emociones destructivas (miedo, ira, tristeza, culpa, vergüenza, apego, deseo y todos sus derivados y combinaciones)  cuando ya han sido generadas, a partir de los juicios instantáneos que creamos con nuestra forma habitual de pensamiento, de manera que no toquen a los demás y tampoco nos destruyan a nosotros mismos.

Usando técnicas para darse alivio primero y luego, escribir lo que se siente para entenderlo nosotros, antes de comunicarnos con los demás; tomar decisiones o acciones al respecto, sólo cuando ya somos conscientes de lo que realmente nos pasa, hemos analizado la situación y detectado varias posibles interpretaciones de la misma; hemos diferenciado entre lo que son hechos y lo que son interpretaciones y explorado más para no asumir juicios basados en nuestra imaginación, sino en criterios lo más objetivos posibles. Se requiere voluntad y mantenerse atento para desarrollar fuerza para resistir las emociones y no caer en su drama.

La segunda fase de aprendizaje de la ecuanimidad requiere ya de más fuerza y autocontrol, consiste en, simplemente, “presenciar pasivamente” el diálogo mental que se desprende de las interacciones y experiencias externas, sin entrar al drama de las emociones, sólo experimentándolas como si se tratara de un espectador externo que contempla, sin involucrarse y reflexionando a partir de la observación sobre la veracidad de las ideas y juicios que circulan por la mente y la conveniencia o inconveniencia de actuar al respecto.

La tercera fase de aprendizaje de la ecuanimidad se logra cuando ya tenemos la capacidad de manejar nuestra mente en “tiempo real”, sin juicio, sino estrictamente percepción y lógica antes de interpretar.

Esta habilidad consiste en mantenerse tan enfocados y totalmente “presentes” en el ahora, que seamos capaces de anteponer pausas a nuestra forma de interpretar los sucesos y situaciones en las que estamos involucrados. Entendiendo que si nos damos cuenta lo suficiente de los factores involucrados en una situación, siempre podemos darnos tiempo antes de interpretarla de manera “definitiva”. Se caracteriza por un estado mental sereno y de una convicción de que el completo significado de las cosas, es algo por descubrir y que no corresponde evaluarlo mediante un esquema mental relacionado a vivencias o programaciones anteriores.

 

En la siguiente edición continuaremos con este tema.

Silvia Larrave

www.silvialarrave.com

[email protected]

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